Cada 16 de junio se celebra el Día del Ingeniero argentino. La fecha está asociada a la implementación de la carrera en el país en 1865.


En diálogo con algunos profesionales y estudiantes que desempeñan este rol en la empresa, expresaron por qué eligieron su formación académica, las pasiones que los impulsaron y, por supuesto, las dificultades que atravesaron.

Carlos Bernardínez, ingeniero industrial, comenta que en la década de los 70 la ingeniería electrónica comenzó a despegar y tener un gran protagonismo: “dentro de mi formación de bachillerato del secundario tenía la ilusión de alinearme a ese avance en la tecnología. Más que nada,  poder hacer cosas”. Al finalizar el colegio se inscribió en ingeniería electrónica, pero en el transcurso de la carrera descubrió que lo suyo, definitivamente, estaba relacionado a lo industrial.

Siempre ha sido una persona inquieta y curiosa, desarmaba cosas y trataba de arreglarlas, pero muy pocas veces lo lograba, a veces por falta de repuestos y otras tantas porque no había un respaldo económico.

En contraposición, Lorena Fernández, ingeniera industrial también, confiesa que la elección de su profesión llegó de casualidad: “no sabía que iba a estudiar, hice el ingreso y aprobé sin dificultad porque siempre me resultó sencilla la matemática”.

Así también, se expresa en contra del dicho popular de que “los ingenieros son cuadrados”, ya que considera que esta labor aporta una mirada de creatividad, diseño y desarrollo. “Cada cosa que ves buscas que sea mejor y más eficiente”.

Un caso similar es el de Lorenzo Rivero Aymat, estudiante avanzado de industrial. Según comenta: “apareció por descarte”. Comenzó estudiando psicología, pero tiempo después eligió las ciencias exactas, ya que entender determinados aspectos de la vida por medio de la lógica le daba tranquilidad. “Me gustaban las materias, entendía las cosas, en industrial sentía que mezclaba la parte técnica con lo humano, todo tenía sentido”, concluye.

“Me costaron muchas cosas: cambiar el paradigma de cómo aprender, cómo estudiar, tener mucha perseverancia y aprender a gestionar la frustración”, reconoce Bibiana Rivero, ingeniera en sistemas. Inicialmente su decisión profesional estuvo vinculada a la posibilidad de realizar prácticas y no a lo estrictamente teórico. Luego descubrió todo lo era posible hacer y mejorar a través de la profesión y la volvió a elegir desde otro lugar.

Lucas Leal, estudiante de último año de ingeniería industrial, asevera que lo que más le apasiona es la gestión, administración, control y medición. A pesar de que el inicio fue duro, el tiempo le demostró que la carrera era para él: “todo se me iba dando mucho mejor, el ritmo de estudio y los amigos me dieron esa convicción”. Una vez recibido le gustaría dedicarse a la transformación de alguna materia prima.

Bernardinez subraya que el ingeniero es aquel que más está preparado para recibir los derrumbes de sus propias invenciones. Por otro lado, les habla a los estudiantes: “las materias que menos te gustan son las que más te van a enriquecer a futuro, te dejan ´un algo´. Cuando te enfrentes a una encrucijada ese es el archivo que te va a ayudar a solucionarlo. En la vida se aplica todo lo que conoces”.

Agrega y finaliza: “somos verdaderos veedores, observadores y alergólogos de las cosas que pueden ocurrir. Nos han enseñado, mostrado y demostrado cómo evoluciona algo”.